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Cinco preguntas - El buen padre (P.II)


Un lunes más, incondicionalmente, estamos con vosotros, ¡ya no tienes excusa para no empezar la semanita con alegría!

CAPÍTULO 9 - EL «BUEN» PADRE (PARTE 2)


Veamos a continuación las razones más habituales para convertirnos en un “Buen padre”.


El ritmo de vida que llevamos también nos hace en ocasiones ser unos «buenos» padres: Enseñar a un niño vestirse requiere tiempo y vamos con la hora justa; que el niño coma solo, supone tiempo para que lo haga y que manche ropa, trona, suelo, además de acabar con el pelo sucio, la cara sucia, las manos sucias... Todo eso supone una hora de trabajo, mientras que darle la comida son veinte minutos. La elección cuando el tiempo es escaso es evidente: lo hacemos nosotros.


Muchos padres lo decimos: «Prefiero hacerlo yo. Acabo antes». Pero pensemos detenidamente qué supone eso, qué implica para nuestros hijos y dónde queda nuestro papel de educadores, si elegimos esta opción habitualmente.


La presión social es otra de las razones para ser unos «buenos» padres. Existe una concepción social sobre lo que se espera que haga un padre, y cuando no cumple dichas expectativas sociales, es cuestionado y criticado por ello. Dicha presión social es sobrellevada de formas diferentes por cada uno de nosotros. En nuestra sociedad son premiadas las actitudes «sacrificadas», el hacer por los hijos todo lo que esté en nuestra mano? «¡Qué no va a hacer una madre por sus hijos!» Pues la respuesta debería ser evidente: todo lo que los hijos sean capaces de hacer por sí mismos deben hacerlo ellos; todo lo que no sepan hacer se lo debemos enseñar y, cuando hayan aprendido, la responsabilidad recae sobre ellos.


Lo dicho anteriormente es evidente, objetivamente todos estaríamos de acuerdo en que nuestros hijos (si no estamos impedidos o enfermos) no deben limpiar nuestro baño, no deben cocinar obligatoriamente para nosotros, no tienen por qué hacernos el desayuno, ni prepararnos el almuerzo del día siguiente; por supuesto que no nos ponen la lavadora, tampoco nos planchan ni nos hacen la cama como no dedican el sábado por la mañana a hacernos la compra... Pues bien, ¿cuántos padres de hijos adolescentes, o ya adultos, hacen muchas de estas cosas que podrían hacer ellos mismos y que, como es lógico, los hijos no hacen por nosotros?


Pero si no somos unos «buenos» padres y nos comportamos como «padres responsables» ¿Qué hacemos, cómo afrontamos la crítica social? Probablemente seremos criticados por estos nuevos métodos de educación y podremos reaccionar a la defensiva, tratando de explicar el porqué de nuestra actuación o podremos sentirnos tentados de abandonar el sistema a expensas de los hijos. Las reacciones defensivas suelen indicar inseguridad.


Cuando reciba críticas, recurra a su nueva habilidad de comunicación a través de la atención reflexiva, hágales saber que escucha y comprende sus sentimientos, y exprese respetuosamente su propios sentimientos a través de los «mensajes-yo», manteniendo una actitud amistosa, pero firme.


Las creencias personales acerca de lo que se considera «que debe ser un «buen» padre son otro de los factores que influyen directamente en nuestro comportamiento. Partiendo de nuestras creencias personales sobre este tema, asumimos responsabilidades que, en realidad, no son nuestras. Las creencias personales son individuales y cada padre o madre tiene las suyas. Las más habituales son:


• Tengo que conseguir que mi hijo sea buena persona (sensible, educado, comprensivo ...)

• Mi obligación es conseguir que mi hijo tenga un buen futuro profesional, económico...

• Debe ser feliz y, si no lo es, algo habré hecho yo mal...

• Necesito que mi hijo reconozca mi labor como padre, que reconozca mi esfuerzo, me respete y me quiera.

• No puedo permitir que se sienta desvalido ni inseguro

Si alguna de esas creencias mías no se cumple, por supuesto creeré que la responsabilidad está en mí: «Algo habré hecho mal». Somos unos jueces muy estrictos, nos exigimos de una forma irreal. El mundo y la vida no son tan sencillos. Y nosotros, como padres, no podemos controlar todas las variables.


Sentirse útil, necesario, querido son los últimos aspectos a tratar. Unimos el concepto de amor con el de hacer. Cuanto más hacemos por nuestros hijos, más importantes nos sentimos y creemos que más nos tienen que querer. Cuando son pequeños les llevamos en brazos; cuando ya pueden caminar, les damos de comer aunque sepan utilizar los cubiertos; les damos sólo puré cuando ya tienen muelas; les vestimos, a pesar de que pueden hacerlo solos; estamos con ellos en el parque hasta los doce años. Ya somos los únicos padres que les acompañamos al colegio, vamos con ellos a hacer la matrícula en el instituto, les damos propina hasta los veinte, les acompañamos a sus primeras entrevistas de trabajo, después de haberles buscado su primer empleo y nos vamos a vivir al pueblo para que ellos se puedan quedar en nuestra casa de la ciudad, porque «los pisos están tan caros que ellos lo tienen muy difícil». Cuando hacemos todo esto, es incuestionable que somos unos «BUENOS PADRES» y, además, si nuestro hijo lo duda, nos está tratando injustamente. «Después de todo lo que yo he hecho por ti...».


Vamos a contestar a la siguiente pregunta: ¿Qué es ser un buen padre? ¿Cuál debe ser el objetivo de un buen padre? Esto es como intentar definir el amor, no existe una definición completa que lo abarque todo. Es imposible, pero será suficiente con lo siguiente:


Cuando nace un hijo es un ser con un gran potencial, pero en el momento de su nacimiento no sabe nada, ni siquiera conoce que pertenece o no a su cuerpo y no sabe controlarlo, no sabe hablar... Seremos nosotros los que en gran medida le vamos a enseñar todo. Nuestro hijo va a aprender con nosotros a andar, a hablar, a jugar, a relacionarse con los demás, a querer... Va a conocer el mundo, adaptándose al entorno para sentirse lo mejor posible en él.


Participar en que nuestro hijo posea la suficiente flexibilidad para adaptarse positivamente a su entorno, eso es ser un «buen padre». Enseñar a nuestros hijos el mundo, conocerlo, amarlo y sacar el máximo partido de sus vivencias, de sus circunstancias, eso es ser un «buen padre». (¿Os imagináis hacer esto sin utilizar la palabra «NO», sin reglas, sin consecuencias, con la creencia de que «Ya sufrirá cuando sea mayor, ya tendrá tiempo»?) Cumplamos con nuestra responsabilidad: educarlos. Pero no olvidemos que educar es enseñar y que aprender siempre es positivo.









Imágenes texto: https://pixabay.com/en

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