Lenguaje corporal y habilidades sociales
“Todavía creo que nuestro mejor diálogo ha sido el de las miradas”. Mario Benedetti.
La frase de Benedetti que en apariencia puede resultar simple, e incluso romántica, refleja en su esencia el 90% de la comunicación humana. Y es que cuántas veces hemos escuchado la frase “si las miradas matasen…” Podríamos generalizar esta frase a "si las miradas hablasen...", y es que, señores y señoras, las miradas hablan y dicen mucho.
Hace no poco tiempo me encontré conversando con una inspectora jefe de la Policía Nacional que había formado parte de las entrevistas de personal que se hacen en el proceso de selección para ingresar en este cuerpo. Su reflexión fue interesante porque sin darse cuenta llegó a decirme que ella no encontraba en las palabras de los candidatos lo que le daba un sí o un no a estos, sino en su lenguaje corporal. Cómo entraba el candidato y la saludaba formaba gran parte de su opinión acerca de él. Le gustaba la gente que era segura, firme, que le miraba a los ojos y que modulaban bien su tono de voz. Son 20 ó 10 minutos de entrevista en la que la persona que tienes delante, que no te conoce de nada, va a evaluar múltiples características de ti y decide si eres o no válido para un trabajo.
Este artículo es más una reflexión acerca de cuán importante puede llegar a ser nuestro comportamiento no verbal en las relaciones sociales y de la importancia de entrenar nuestro lenguaje no verbal.
Cuando hablamos de habilidades sociales abarcamos un mundo lleno de pequeños detalles que nos hacen ser socialmente aceptables, buenos comunicadores, educadores, amigos, padres, compañeros de trabajo, docentes… o no serlo.
Siempre se nos ha hablado sobre el volumen de la voz, cómo sentarse, cuánta distancia se debe guardar respecto de los otros, qué emoción debemos transmitir y cómo gestionarla, hacer preguntas, interesarse por los demás, ser empático…y un sinfín de factores a tener en cuenta. Y es que nuestro lenguaje corporal comunica mucho más acerca de nosotros que todo lo que queramos verbalizar. Pensemos si no en cuántas veces alguien nos ha dicho que no estaba enfadado pero "algo" nos ha dicho que no era del todo cierto. Pues bien, ese "algo" no es un ente abstracto, es nuestro lenguaje no verbal.
Lo bueno y lo malo de toda esta sinceridad corporal es precisamente eso, la sinceridad. Controlar nuestro lenguaje corporal es muy complicado y es que es algo tan innato que incluso los bebés lo manejan con alta precisión desde que nacen. Entrenarlo es complejo puesto que no solamente conlleva “poner el cuerpo” en tal o cual postura, sino que debemos ajustar nuestra emoción a dicha postura si queremos que alguien se crea lo que queremos transmitir.
Y aquí está el meollo de la cuestión. ¿Cómo hago ver que no estoy nervioso si por dentro estoy que me muero por subirme por las paredes? Pues bueno, podemos controlarlo hasta cierto punto y es que la única manera que tenemos de hacerlo es respirar hondo y decirnos a nosotros mismos que estamos tranquilos.
Numerosos enfoques actuales señalan que la relación entre nuestro comportamiento y la emoción que sentimos va en dos direcciones, de tal forma que no sólo sonrío cuando estoy feliz sino que puedo llegar a estar más contento si sonrío. Esto que parece una perogrullada nos da un amplio abanico de posibilidades para poder modularnos. El entramado que subyace a todo esto es una red de asociaciones. Cuando estamos alegres sonreímos y se activan ciertas conexiones en nuestro cerebro que les dicen a los músculos que provocan la sonrisa "¡sonreíd!" Y esta secuencia se va a asociando de forma que cuando sonreímos sin estar alegres estamos llamando a nuestra emoción alegría.
Puesto que, como ya hemos señalado, es algo innato sacarlo a la luz de la conciencia de vez en cuando es bueno para ir manejándolo y conociéndolo. Para ello, podemos empezar en situaciones cotidianas con nosotros mismos. Por ejemplo, cuando estemos relajados con nuestros amigos o con nuestra familia, pararnos por un segundo a pensar cómo está colocado nuestro cuerpo nos da indicativos de qué gestos utilizamos para comunicar que estamos cómodos y relajados. De igual manera, podemos hacerlo cuando nos encontremos en una situación, por ejemplo, de enfado. Probemos a ver qué pasa cuando en dicha situación cambio mi postura a una más abierta y relajo los músculos, probablemente la comunicación empiece a ser más efectiva y la situación se destense un poco.
Podemos cambiar el rumbo de una situación solamente con nuestro lenguaje corporal. Así que... ¡anímate a entrenar tu lenguaje no verbal!
Alba Psicólogos
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