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El buen profesor: ser empático y gestionar la violencia en el aula


Ya llegan. Y yo no estoy preparado. ¿Cómo iba a estarlo? Soy un profesor nuevo, y estoy aprendiendo con la práctica.


Me dicen que debo tener un bolígrafo rojo para las cosas malas (...) porque el bolígrafo rojo para las cosas malas es el arma más poderosa del profesor. (...) Los chicos que llegan tienen 16 años, llevan 11 años en la escuela. (...) Así que han visto pasar a profesores de todo tipo. (...) Observan, escrutinan, juzgan. Entienden el lenguaje corporal, el tono de voz...


El problema del bocadillo empezó cuando un chico llamado Peter dijo en voz alta:

-¿Alguien quiere un bocadillo de mortadela?

-¿Estás de broma? Tu madre debe odiarte si te da un bocadillo así.

Peter arrojó su bolsa del bocadillo de papel marrón al que lo había criticado, Andy, y toda la clase lo aclamó. Pelea, pelea, decían. La bolsa aterrizó en el suelo, entre la pizarra y el pupitre de Andy, en la primera fila.

Salí de detrás de mi mesa y proferí el primer sonido de mi carrera como enseñante: “Eh”. (...)

No me hicieron caso. Estaban ocupados azuzando la pelea que serviría para matar el tiempo (...) dije mi primera frase como profesor: “Dejad de tirar bocadillos”. Benny dijo en voz alta: “Oiga profe, ya ha tirao el bocata. ¿Para qué le dice que ahora que no tire el bocata? (...)

La clase rió. No hay en el mundo cosa más tonta que un profesor que te dice que no hagas una cosa cuando ya la has hecho. Un chico se cubrió la boca con la mano y dijo: “Estúpido”, y yo supe que lo decía por mí. Me dieron ganas de derribarlo de un golpe, pero aquello habría sido el fin de mi carrera docente. (...)

Alguien dijo: “Eh Benny: ¿es que eres abogado o algo así? Y la clase volvió a reírse. “Eso, eso”, dijeron, y se pusieron a esperar mi reacción. (...) Era preciso que reconocieran que ahí mandaba yo, que era un tipo duro (...)

Me comí el bocadillo.

Este fue mi primer acto de gestión del aula. Mi boca llena del bocadillo concitó la atención de la clase. Me miraron pasmados, 34 chicos y chicas, de 16 años de edad media. Vi la admiración reflejada en sus ojos: era la primera vez en su vida que un profesor recogía el bocadillo del suelo y se lo comía delante de todo el mundo. (...)

-Oiga profesor, se ha comido mi bocadillo- dijo Peter.

-Cállate –le dijo la clase-¿No ves que el profesor está comiendo?

(...) Hice una bola con la bolsa y el papel de estraza y la tire a la papelera. La clase me aclamó: “uau”(...) Me sentí capaz de hacer cualquier cosa con esta clase. (...)

Mis alumnos siguieron sonriendo hasta que vieron la cara del director enmarcada en la ventanilla de la puerta(...) Abrió la puerta y me invitó a salir.

Peter susurró: “Oiga señor no se preocupe por el bocadillo, yo no lo quería”.

La clase dijo: “eso, eso”, dando a entender que estarían de mi parte si tenía problemas con el director: fue mi primera experiencia de la solidaridad entre profesor y alumno.

Cuando salí al pasillo, el director me dijo:

Estoy seguro de que entiende que no causa buena impresión que los profesores se coman el almuerzo a las nueve de la mañana en el aula y delante de los chicos y chicas. (...) Demasiados problemas tenemos con lo chicos que toman bocados a escondidas durante las clases, atrayendo cucarachas y roedores. (...)

Me dieron ganas de decirle la verdad. (...) No dije nada.

-(...) “Nada de comer en clase, ni profesores ni alumnos”. Y me invitó a entrar de nuevo en el aula con un gesto.

-¿Qué le ha dicho? –me preguntaron los alumnos.

-Me ha dicho que no debo almorzar en el aula a las nueve de la mañana.

-No estaba almorzando.

-Ya lo sé, pero me vio con el bocadillo y me dijo que no volviera a hacerlo.

-Hombre, eso es una injusticia.

-Le diré a mi madre que su bocadillo le ha gustado –dijo Peter-. Le diré que se ha metido usted en un buen lío por su bocadillo.

-Está bien, Peter, pero no le digas que lo tiraste.

-No, no. Me mataría. Es siciliana. Los de allí, de Sicilia, se acaloran mucho.

-Dile que era el bocadillo más rico que me he comido en mi vida, Peter.

-Vale”.

Libro de Mc Court (2006): El profesor Ed. Maeva, (pp: 19-28).


Solo necesitas sentido del humor, sonrisa...imprescindible para transmitir simpatía, confianza y empatía. La capacidad para entender a las personas y saber expresar que las entiendes, además de conseguir que te entiendan, Establecer vínculos de calidad, basados en la confianza y en la colaboración. Debemos de trabajar los elementos afectivos en la relación profesor-alumno, ayudan a mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje.


“No estoy “contra vosotros”, sino “con vosotros”; quiero que aprendáis y me preocupa que no lo hagáis”.


Alba Psicólogos

Avda. Príncipes de España, 41 (28823 - Coslada, Madrid)

hablamos@albapsicologos.com 91.672.56.82

Imágenes texto: https://pixabay.com/en

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