Mendiga de amor...
Quiero haceros llegar una carta de una paciente, que me pide expresamente que publique:
"Soy Carmen y tengo 59 años y tres hijos que nacieron, hace más de cinco lustros. En todos estos años con ellos he disfrutado, gozado y padecido, pero también he tenido que escuchar muchas cosas y sentir otras muchas…
Y es que, a veces, por mis acciones y pensamientos me siento como una mendiga de amor; me explico, hago cosas por mis hijos que no quiero hacer, pero todo ello a cambio de una sonrisa, un beso…, por miedo a su rechazo, en la búsqueda incansable de su aprobación. Cuando escucho a los demás padres creo que mi sentir se propaga como una epidemia… Y escucho discos rayados por doquier…
Adela, mi vecina de toda la vida, me cuenta que se va a trabajar con la casa recogida, y cuando vuelve parece haber pasado por allí algo que podríamos aproximar a un tsunami. Me cuenta que está harta de que sus hijas de alguna forma la obliguen a vivir como no quiere… Para ellas lo que ocurre no tiene importancia, su madre es una "exagerada". Claro, lo normal de la juventud, ya madurarán.
Isabel se me queja de que sus hijos de 29 y 25 años tienen una vida atareada, trabajo, gimnasio, amigos, novias… asoman por su casa y la frase más repetida y prácticamente única es “hola mamá” bueno, vaaaale, hay algunos días de suerte en los que preguntan "¿qué tal estás?" Para inmediatamente irse sin esperar la respuesta, muy comunicativo todo ello. Claro, lo normal es que los hijos tengan su vida.
Juan y Montse en el pueblo, me dicen que, cuando llega su hijo de treinta y cuatro años a recoger a su nieta a las seis y media de la tarde a su casa y ellos le dicen que están cansados su hijo les contesta con mucha naturalidad "pues no se por qué, no es para tanto". Cuida a su hija de dos años desde las seis y media de la mañana de lunes a viernes… al parecer le han dicho por activa y pasiva que están cansados, pero Montse me cuenta enfadada que su hijo no escucha sus palabras. Claro, lo normal es que los padres ayuden a sus hijos.
Lucía, mi peluquera, de treinta y ocho años y madre de dos niños pequeños, me comenta con total naturalidad que habló con su madre el otro día a la que dijo: "Oye, el sábado te tienes que quedar con los niños y el domingo venimos a comer y ya los recogemos… ¡qué suerte tienes vas a pasar un fin de semana genial con tus nietos!" Y se quedó tan pancha. Claro, lo normal es que los padres estén ahí cuando sus hijos los necesitan.
… y podría seguir y seguir…
Y yo me pregunto: ¿por qué hacemos todas estas cosas los padres, aún cuando no queremos? Mi respuesta es muy simple: somos mendigos de amor, queremos que nos quieran, que no se enfaden con nosotros, ser unos “buenos” padres y si para ello tenemos que tragar carros y carretas lo hacemos. Y ellos lo saben y se aprovechan.
Pero... ¿qué podemos esperar de una sociedad en la que lo NORMAL son frases como las que muestro a continuación?:
Por los hijos siempre se hace todo
Los padres estamos para cuando los hijos nos necesiten
Lo primero son los hijos
Si mis hijos están bien, yo estoy bien
Mis hijos me dan la vida
Son frases dichas y escuchadas mil veces, frases que dibujan nuestro sistema de creencias y en las que si se nos ocurre actuar en su contra, sentimos una culpa que nos carcome por dentro.
¿Qué es lo que pasa si nos atrevemos a decir no? ¿Qué maquinaria de presión personal y social se pone en marcha cuando un padre/madre dice NO?
¿Por qué razón los hijos piden cosas, que ni siquiera tenían que ni que plantearse y poner en ese brete a sus padres? ¿Por qué los hijos nos trasladan sus responsabilidades y nosotros las aceptamos?
¿Qué esta pasando? Que cada uno, sea padre/madre y/o hijo/a llegue a su propia reflexión".
Alba Psicólogos
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