Acoso escolar: La historia de Juan (Parte I)
Me llamo Juan, tengo 19 años. Sufrí maltrato escolar desde los 14 a los 16 años y esta es mi historia dos años después...
Era muy feliz en el colegio, pero cuando pasé al instituto las cosas cambiaron. El primer año me hice amigo de Álvaro, un chico muy agradable con el que me sentía cómodo y que me servía para relacionarme con los demás compañeros porque como era nuevo y soy un poco tímido, siempre me costó hacer amigos.
Ese fatídico año pasé a ser “el Botella”. Un día en una excursión, de camino en el autobús, tuve que hacer pis en una botella vacía en un momento de máxima urgencia en el autobús. Desde entonces, y por el año que restaba, sería “el Botella”.
El año siguiente todo empeoró porque Álvaro se mudó de ciudad y yo me encontré solo. Había gente en clase que de vez en cuando me hablaba, pero hablar conmigo pasó a ser un juego peligroso. Una vez, Amalia, una compañera muy amiga de Álvaro, se sentó conmigo en un trabajo de sociales y empezaron a meterse con ella. Decidí no amargarle a ella también la existencia y dejé de hablarla para que no le pasara lo mismo que a mÍ. Acercarse a tres metros de El Botella suponía “oler a pis” y un suicidio social.
El instigador era Nacho, él empezaba y los demás le seguían con sus gracias. Aún no comprendo qué le hice para que me odiara tanto. No le seguían todos, pero los que no lo hacían siempre miraron para otro lado. Del mote pasaron a los insultos, a robarme los bolígrafos o lo que llevara para comer, a escribir cosas mías en la pizarra, enviarme Whatsapp con amenazas, jugar al “Botella no existe” y un sinfín de actividades cuyo objetivo siempre era yo. Y así, mis últimos tres meses allí los pasé metido en el baño durante los recreos.
Al principio me decía que era la adaptación, que llevaba su tiempo. Era gente que no me conocía y yo a ellos tampoco. Me apoyaba en Álvaro, si él estaba conmigo todo estaba bien. Pensé que yo era la novedad y que era normal que les costara invitarme a salir si no era a través de Álvaro. Pero cuando Álvaro se fue me di cuenta de que no era así. Llevaba ya un año, todos me conocían., y empecé a pensar: “un año ya no es novedad soy yo, algo me pasa. Tengo que cambiar e integrarme.”
Recuerdo el día que Amalia se sentó conmigo, tenía más compañeros con los que sentarse pero se sentó conmigo. Tuvo que soportar durante una semana bromas absurdas sobre su olor, la diferencia es que sus amigas la apoyaron. Dejé de hablar con ella, me dolió mucho porque a veces notaba que quería acercarse a mí, me miraba o reprochaba a Nacho por las cosas que me hacía, pero no quería que a ella le pasara lo mismo que a mí.
Mi vida fue convirtiéndose en un agujero cada vez más hondo en el que tenía la sensación de no dejar de caer nunca. No quería preocupar a mis padres, siempre me habían dicho que las cosas había que solucionárselas uno mismo y que en esta vida había que ser un hombre y aguantar y trabajar, nunca les conté nada, ellos no venían a contarme a mis sus problemas.
Pero la verdad era que yo solo no podía con esa situación. Primero pasé por una fase de odiar a Nacho por todo lo que me humillaba y quise que le pasara algo malo, muy malo. Pero verse absolutamente solo en tu vida con 15 años no es fácil de asumir. Y en vez de echarle la culpa a Nacho pensé que quizás era él quién tenía razón y yo me merecía el desprecio de todos ellos. Empecé a pensar que daba asco, que no era simpático, que iba a estar solo para siempre, que daba lo mismo que yo existiera o no y peor, que sería mejor si yo no existiera. Por las noches las pesadillas eran continuas, tenía miedo de que algún día se cumplieran sus amenazas.
Pero un día, el último día de aquél infierno, llamaron del instituto a casa y nos citaron a mis padres y a mí por la tarde. Cuando llegamos me encontré al director, a mi tutora, a la orientadora, a Nacho con sus padres y a Amalia con su madre. Amalia se lo había contado todo a mi tutora y al director a la salida del instituto esa misma mañana, enseñó fotos de insultos en la pizarra, audios que había grabado en el recreo y mensajes de Nacho en el grupo de clase de Whatsapp amenazándome.
Desde ese día, no volví al instituto. Mis padres decidieron cambiarme de centro. Ahora estoy haciendo una FP de imagen y sonido que es lo que hace un año descubrí que me gustaba pero aún tengo pesadillas y sigo yendo a terapia, ya me avisaron de que en algunos casos las secuelas que deja esto del bullying son largas de tratar. Pero me encuentro feliz y sobre todo capaz, aunque de vez en cuando sigo teniendo pensamientos que no me benefician mucho. Le estaré eternamente agradecido a Amalia por el valor que tuvo para hacer lo que hizo y cambiar mi vida.
Esta es mi historia y si alguien la está leyendo y está pasando por lo que yo pasé , recuerda que no estás solo, que hay personas a tu alrededor que pueden y QUIEREN ayudarte, que nadie vale más ni menos que nadie y que todos tenemos derecho a que se nos trate dignamente y la obligación de tratar dignamente a los demás. Yo cometí el error de no contarlo y tuvieron que hacerlo por mí, que no te ocurra lo mismo.
Alba Psicólogos
Avda. Príncipes de España, 41 (28823 - Coslada, Madrid)
hablamos@albapsicologos.com 91.672.56.82
Imágenes texto: https://pixabay.com/en