Hasta "los 3": la naturaleza de un mito

Una vez que los seres humanos tenemos un mito en nuestra mente, es casi imposible sacarlo, aunque la verdad sea un hecho mejor, más importante, fácil y sustancialmente más agradable que el mito.

¿Cómo es posible que sostengamos cientos de miles de creencias inconmovibles de forma tenaz e incluso devotamente, cuando todas las evidencias apuntan a que son falsos?

Una gran parte de lo que oigo no procede del sonido que va de mi oído al cerebro; en lugar de eso, soy una víctima de mis propios mitos y prejuicios y con mi imaginación oigo precisamente aquello que deseo oír.

Decido de antemano lo que el otro va a decir, y con independencia de lo que digas, escucho lo que pienso que iba a oír, que, de hecho, se corresponde con lo que quería oír. Lo que tú dices no llegó de tu boca a mi oído y a mi cerebro.

Con respecto a los niños, hay muchos mitos que los limitan. Tenemos la concepción de que en sus tres primeros años de vida su capacidad para aprender es limitada, que no es importante lo que aprenden en la escuela infantil o en sus primeros años de vida. Sin embargo, consideramos tremendamente importante su estancia en el cole a partir de los 6 años. A todos los pájaros los llamamos “pipis“ porque creemos que no son capaces de aprender qué es una paloma o un gorrión. Pero pensemos, ¿cuántas palabras han sido capaces de aprender desde los 0 a los 3 años?

Por supuesto, creemos que no son capaces de aprender a leer, a escribir, aprender mates… Cuando un niño nace, no conoce nada: no sabe quién es ni en qué medida forma parte de los demás. Pero lo cierto es que con 3 años son capaces de controlar su cabeza, el tronco, los brazos, los dedos, aprender a nadar, a correr, a saltar, aprenden a hablar con un número enorme de palabras o a conocer normas sociales incluso con matices contradictorios. Nunca más en toda nuestra vida somos capaces de introducir tal cantidad de información.

Si los niños de 0 a 3 años no pueden especialmente aprender, según nuestras creencias... ¿por qué la estimulación temprana se basa en el hecho (no creencia) comprobado, de que los niños con necesidades educativas especiales, si se les estimula entre estas edades, consiguen más resultados de aproximación hacia lo estadísticamente considerado como “normalidad”?

Muchos profesionales de la medicina y de la educación acogen con bastante escepticismo innovadores métodos de aprendizaje, y es que las ideas y métodos revolucionarios no se abren paso fácilmente. Su triunfo supone ruptura con el pasado, cambio de mentalidad y abandono de teorías que parecen indiscutibles.

Lo más difícil no es aprender, sino desprender. Un ejemplo muy ilustrativo son los estudios sobre la materia. Desde la Antigüedad, el ser humano se ha cuestionado de qué estaba hecha la materia. Unos 400 años antes de Cristo, el filósofo griego Demócrito consideró que la materia estaba constituida por pequeñísimas partículas que no podían ser dividas en otras más pequeñas. Por ello, llamó a estas partículas átomos, que en griego quiere decir “indivisible”. Demócrito atribuyó a los átomos las cualidades de ser eternos, inmutables e indivisibles. Sin embargo, sus ideas sobre la materia no fueron aceptadas por los filósofos de su época y hubieron de transcurrir cerca de dos mil años para que la idea de los átomos fuera tomada en consideración.

Estos nuevos métodos pedagógicos, basados en la posibilidad de que los niños de 0 a 3 años pueden y quieren aprender de “todo”, aunque contiene en sí el germen de una auténtica renovación educativa, solamente ayudará a renovarse si se comprenden bien sus diferencias con respecto a los procedimientos y contenidos clásicos. No bastan cambiar una actividad por otra o añadir un material nuevo al que ya se está utilizando sin identificarse con los principios educativos de los que emana una nueva pedagogía.

Es un mito muy destructivo pensar que a los peques solo hay que darles de comer, asearlos, amarlos y esperar a que crezcan para enseñarlos.

Los limitamos.