La toma de decisiones
Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos constantemente tomando decisiones. A veces lo hacemos conscientemente, como por ejemplo al preguntarnos, ¿qué ropa me apetece ponerme hoy? y otras las llevamos a cabo de forma automática ,como cuando elegimos la misma taza para desayunar o decidimos tomar el mismo camino para ir al instituto. Lo que si sabemos a día de hoy es que el cerebro tiende a establecer rutinas, de no ser así ¿Te imaginas tener que hacer una valoración cada instante? Sería un desgaste de energía tremendo.
Los ejemplos mencionados hasta ahora, tienen que ver con pequeñas elecciones que vamos escogiendo en el día a día, pero cuando hablamos de decisiones enfocadas a medio o largo plazo se complica el asunto. Decisiones como puede ser el siguiente paso a dar después del instituto. En este dilema quería centrarme en el artículo de hoy: Cómo encaminar mi futuro cuando estoy en el instituto.
Cuando echo la vista atrás y conecto con ese momento, recuerdo inundarme con todo tipo de preguntas: ¿Cómo puedo saber lo que voy a querer estudiar en los siguientes cinco años? ¿Tal vez sea mejor ponerme a trabajar para ganar dinero y así poder empezar a ser más autónomo? ¿Quizás un módulo sea la salida más corta y más eficaz? Pero… ¿acaso no tiene más valor una licenciatura que un módulo?
Tenia muchas dudas y mi futuro lo veía incierto. Me sentía en la tesitura de tener que tomar una decisión para la cual no estaba preparada, todo ello sumado a la presión por parte de mis padres. Ellos también aportaban su granito de arena para aumentar mi confusión. En mi caso, su discurso estaba orientado a la elección de una carrera, pero no cualquier carrera, sino alguna que estuviese orientada a la rama científica. Para ellos una carrera científica pesaba más que una de letras y si elegía ser empresaria como mi padre, podría quedarme en su empresa sin preocupaciones de tener que buscarme la vida. Por lo tanto el miedo a decepcionarles o no cumplir sus expectativas me invadía.
Por otro lado mis amigos, tampoco podían aclararme gran cosa, muchos estaban preocupados por la nota de selectividad, otros decían tenerlo claro y lo vivían como el gran momento para poder comenzar con aquello que siempre habían soñado, otra gran parte se dejaban asesorar por sus padres… pero lo importante es que me encontraba en un mar de dudas y tenía poco tiempo para decidirme. ¿Acaso iba a ser yo la única dudosa que no tenía nada claro?
A día de hoy pienso que es lógico atravesar por una etapa de crisis ya que, nadie nos prepara para tomar una decisión que vivimos con tanta presión. Los mensajes que nos han venido dando a lo largo de nuestra vida, bien sea nuestros padres , conocidos, o incluso la sociedad, están en nosotros y cuesta diferenciar lo que queremos, con el miedo a no cumplir las expectativas de la gente que nos quiere.
Lo que sí me ha enseñado la experiencia es que toda toma de decisión debería ser emocional. La manera clásica de solventar un problema, esto es, haciendo un balance de pros y contras de poco sirve, ya que, sería una decisión más desde la razón que conectando con nuestros deseos. Pero…¿ cómo es eso de conectar con nosotros mismos?
Podemos comenzar apuntando en una hoja todas las opciones posibles (tanto las que nos gustaría como las que son viables). Una vez que tenemos la lista, pasaríamos a movernos de una forma más activa: En el caso de querer estudiar; investigar universidades o escuelas, sus posibles salidas, etc. y si queremos ponernos a trabajar buscar los sitios en los que podríamos ponemos enviar curriculums. En esta fase de búsqueda de información podemos preguntar a gente que ha estado en nuestra situación o incluso yendo al propio lugar que nos interesa para saber cómo nos sentimos y que sensación nos transmite visualizarnos allí.
Haciendo una inspección por nosotros mismos y pudiendo descartar opciones, es la única forma de ir sabiendo dónde situarnos.
Una vez que hemos decidido, otro punto importante que nos crea gran ansiedad es el miedo a equivocarnos. Nadie esta exento de ello y sólo vamos a saber si estamos en el lugar adecuado cuando arriesgamos. Además, el camino que decidamos escoger no va a ser irreversible y siempre podemos girar para tomar otro. La vida laboral es muy larga y hasta que no nos veamos trabajando no podemos saber si nos vemos ejerciendo cierta profesión.
No hay que olvidar que el camino se hace al andar y sentirnos responsables de nuestras decisiones, aunque a veces nos dé vértigo nos da también gran libertad.
Alba Psicólogos
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