Dicen de la alegría...
Dicen de la alegría que es lo mejor. Seguro que más de una vez, has escuchado que hay que reír y sonreír... Te lo dicen y parece muy fácil cuando lo proclaman. Tan “sencillo” parece que si no lo hago, es porque no me da la gana...
También es muy habitual oír eso de “usted lo que tiene que hacer es pensar en positivo, ver la botella casi llena...” ¿Pero eso cómo se hace? ¿qué pasa si no me sale? Los expertos hablan de dos tipos de sonrisa, la verdadera (con los ojos y la boca) y la falsa (solo con la boca).
¿Y si me río sin ganas, de forma falsa? ¿también vale? Yo creo que no tiene el mismo valor. Opino y siento que hay sonrisas amargas, muy amargas... que encierran otras emociones, muy alejadas de la alegría sincera y productora de bienestar.
Pasemos a ser científicos de la alegría para analizarla a fondo. Veamos, la alegría tiene tres fuentes de alimentación:
1. Un hecho exterior interpretado positivamente es la forma más sencilla y recomendable… algo ocurre y lo vemos, lo vivimos como algo agradable, bueno y sentimos alegría.
2. La ausencia en ese momento de cualquier otra emoción (tristeza, culpa, enfado, miedo o sorpresa) hace que nos sintamos serenos, tranquilos… que también son matices emocionales de la emoción básica alegría.
3. En el caso de presencia de alguna otra emoción, su gestión nos conduce y nos acerca a la alegría.
Pasemos a la práctica. Imaginemos que estamos enfadados con nuestra pareja porque no hace más que estar en el sofá comiendo comida basura (se está poniendo gordo como un cerdo), con el mando a distancia sin soltarlo, sin colaborar en casa lo suficiente, se le ha olvidado nuestro aniversario...
Estoy tan ENFADADA con él, que cada vez que le hablo es para discutir... Y monto el pollo, pero no uno a la plancha ligerito, sino un bien contundente.
Cada vez que lo hago, al rato paso a sentirme CULPABLE, porque haberme puesto como una fiera barriobajera y soltar por la boquita... bueno, dejémoslo en de todo y nada bueno.
Todo va tan mal y desde hace ya tanto tiempo... que tengo mucho MIEDO, de que lo nuestro no tenga solución y finalmente cortemos.
Y luego vienen los ratos o días de lágrimas y me inunda la TRISTEZA... Echo tanto de menos los buenos tiempos, cuando éramos felices juntos... y nos reíamos a todas horas.
Y para el colmo de los colmos, ahora va el psicólogo y me dice que sonría, que me ría a carcajadas... vamos, que me entra la risa... por no llorar...
Y sí, a veces, a pesar del panorama, cuando se da el “punto 1” (mi hijo me da un abrazo, hablo por teléfono con una amiga, me cuentan algo alegre…), siento alegría y sonrío, pero no permanece, esta alegría no deja huella dentro de mí, es efímera, es cómo una estrella fugaz, que se desvanece rápidamente. Es como si el dolor de mi enfado, tristeza, miedo, culpabilidad, lo inundara todo, y ese sentir, sí permanece.
En estas situaciones, dar paso a la alegría, precisa inevitablemente de la gestión de esas otras emociones:
1. Hay que escuchar al enfado y reconocer su mensaje. El enfado está aquí, para que expresemos ASERTIVAMENTE a nuestra pareja una petición concreta de cambio de conducta (sofá, mandó, tareas, aniversario...) y una vez que lo hagamos... existen dos posibilidades: una que se produzca el cambio o dos, que siga todo igual, ante lo cual nosotros aceptamos o tomamos otra decisión en consecuencia.
2. El miedo viene a contarnos que tenemos que AFRONTAR la posibilidad de ruptura como algo real. Y saber y sentir la seguridad que si ello sucediera, podemos seguir adelante.
3. La culpa viene a visitarnos, para que cambiemos nuestra forma de afrontar la situación, para que cuando nos expresemos nos ajustemos a lo que nosotros mismos consideramos adecuado, según nuestras propias CRENCIAS Y VALORES expresándonos de un modo más adecuado... es entonces cuando la culpa se irá... Resumen: ¡cuidadito con esa boquita que suelta tantas perlas!
4.-Y por último, aceptar que los tiempos han cambiado, pero con letra grande LOS TIEMPOS HAN CAMBIADO, y cuando acepte eso de VERDAD, dejaré de mirar para atrás y solo entonces la tristeza se largará, y podré abrir la puerta al nuevo presente, aceptándolo o cambiándolo si es lo que quiero.
Después, cuando pase todo eso, cuando utilice la información que mis emociones me están dando, estas se irán y su ausencia me colocará en una disposición muy diferente. La alegría ya no será una estrella fugaz efímera, porque me encontraré mucho más receptiva para ver y sentir lo positivo que ocurre a mi alrededor, mi capacidad para reír será mucho más alta, podré sonreír y de verdad, con ojos y boca, pudiéndose quedar la alegría conmigo, impregnándome de ella, sintiéndola de forma auténtica dentro de mí... y pudiendo hacer mío su mensaje:
DISFRUTA DE MÍ Y QUÉDATE CONMIGO.
Y sí… la alegría es de lo mejor.
Alba Psicólogos
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