Tartamudez en la escuela infantil
Se trata de una dificultad en la fluidez del habla. La tartamudez consiste en que el flujo rítmico, es decir, el ritmo del habla, se ve interrumpido por pausas, repeticiones de palabras o sílabas y bloqueos al hablar.
A veces, al tartamudear, pueden aparecer otros comportamientos como son tics, temblores en los labios y movimientos excesivos como sacudidas de cabeza o de brazos, que no aparecen cuando el niño no está hablando.
Pero… ¿cuál es la causa de la tartamudez?
La explicación del origen del tartamudeo es evolutiva, existen varias etapas en la infancia de los niños comprendidas entre los 2 y los 5 años en las que pueden darse episodios de tartamudeo que se combinan con el habla normal. Se trata de un tartamudeo corto, que no se prolonga, al que no debemos hacer caso, porque cuando le prestamos atención, es cuando se da cuenta el niño y para él se hace presente, se pone nervioso y trata de evitarlo, haciendo que el tartamudeo se repita más veces.
Lo más adecuado es estar atentos a cuando aparecen los episodios y registrar su duración, cuando sean episodios que se prolonguen debemos acudir a un profesional.
En cuanto al profesional, es más conveniente acudir a un psicólogo que a un logopeda, ya que el logopeda trabaja el lenguaje a un nivel físico y la tartamudez es una dificultad que la mayoría de veces encubre problemas emocionales y de comportamiento. La tartamudez aparece asociada a una cierta ansiedad.
¿Cómo podemos trabajarlo desde la escuela infantil?
En la escuela, las educadoras de la clase de 2-3 años deben estar atentas a los niños que empiecen a tartamudear y comunicarlo al psicólogo del centro.
Cuando un niño empiece a tartamudear tenemos que registrarlo, es decir, hacer un registro de la frecuencia e intensidad, que consiste en apuntar cada vez que se produce un episodio de tartamudez, pero siendo cuidadosas, es decir, el niño no debe saber que estamos vigilando esto y que estamos pendientes de cuando tartamudea, porque es entonces cuando él puede darse cuenta y ser consciente de que lo está haciendo, dándole posteriormente importancia.
Una forma sencilla de registrarlo puede ser a través de una tabla, en el eje horizontal apuntaríamos los días del mes y en el eje vertical pondríamos una medida del número de episodios que se dan. Así, cuando el niño tuviera un episodio de tartamudeo lo apuntaríamos. De esta forma, podremos ver el transcurso de los episodios de tartamudeo que el niño tiene de una manera gráfica y muy visual.
Tenemos que tener en cuenta que los episodios de tartamudeo suelen coincidir con la eclosión del lenguaje, que es el momento en el que el niño emite una gran cantidad de palabras en un tiempo muy rápido. Esa necesidad de expresar y emitir todas las palabras que va adquiriendo pueden producir que el niño se atasque; aún así, es conveniente estar atentos de los niños que tienen episodios de tartamudeo.
Y cuando veamos que tartamudean tenemos que fijarnos qué tipo de situación se está produciendo; es decir, si el niño está hablando con algún compañero o si por el contrario está hablando a todo el grupo, siendo escuchado por todos en la asamblea en alguna actividad. Esta última situación, por ejemplo, es más propicia de generar ansiedad en el niño y por tanto, nerviosismo que hacen que se atasque.
Tener en cuenta el contexto de las situaciones junto con su frecuencia nos va ayudar a acercarnos a la causa del tartamudeo y por lo tanto, poder corregirlo antes.
¿Cuánto es una frecuencia elevada? Una frecuencia elevada puede ser algún episodio diario durante un periodo de un mes, o más de dos episodios diarios en al menos 15 días de un mes de registro.
Todos estos datos se trasfieren al psicólogo del centro y desde este servicio se tomarán las decisiones oportunas, como puede ser notificárselo a los padres.
Simplemente debemos hacerles saber a los padres que desde la escuela hemos estado observando en su pequeño ciertos episodios de tartamudez, cosa que no les extrañará porque lo más probable, aunque no siempre, es que en casa también se den. Debemos hacerlo con mucha naturalidad y tranquilidad, dejándoles claro de la importancia que lo único que deben hacer es estar atentos y registren los episodios de tartamudeo, pero que no hagan nada, porque aún es pronto y la mayoría de veces el tartamudeo desaparece por sí solo.
Si el tartamudeo persiste, es a partir de los 4 años y antes de los seis, cuando es conveniente que empiece a ser intervenido por un profesional, pues en este lapsus de edad es cuando el pronóstico de recuperación total es mayor.
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